Nos dirigimos a los chilenos y chilenas, así como a nuestros hermanos de diferentes nacionalidades que han sido afectados por los terremotos del norte de Chile, al igual que lo fuimos los habitantes del sur en 2010. También nos dirigimos solidariamente a los países de Bolivia y Perú, alcanzados por los efectos sísmicos, aunque ausentes en los medios de comunicación chilenos. Nos dirigimos sobre todo a las poblaciones más desprotegidas y vulnerables ante el abuso sistemático del más poderoso:
Creemos que nuestra experiencia puede servir a quienes actualmente sufren la conmoción del terremoto del 1 de abril. Estamos convencidos de que aquello que nos afectó –y que aún nos perjudica-, presenta condiciones comunes en las diferentes zonas del territorio nacional. La experiencia del 27F de 2010 ha servido como laboratorio de prueba a las grandes empresas, en particular a los sectores que practican la especulación inmobiliaria. Como consecuencia, la gente y la comunidad son víctimas de la manipulación que esos grupos hacen de hechos tan lamentables. Por lo mismo, la comunidad debe recoger sus propias experiencias, evitando que le conviertan en doble víctima: de un evento natural y, enseguida, del abuso de los intereses privados.
Hemos sido testigos de la manera en que muchos medios de comunicación masiva se ensañan vulgarmente aterrorizando a la gente. No se informa correctamente, distorsionando o invisibilizando aquello que es relevante; es decir, se desinforma a la población. Así surgen las campañas mediáticas que sobreexponen a los conocidos personajes de la farándula, pero que en realidad entran a distraernos del problema efectivo, volcando la atención hacia una solidaridad aparente. De esta manera, cada desgracia puede ser un negocio o una operación de blanqueo, porque finalmente las condiciones que fabrican el peligro siguen sin ser tocadas, como lo demuestra la experiencia que hemos vivido después del 27F en el sur.
La creación de un clima de paranoia pública, de peligro constante y de inseguridad, tiene un efecto doblemente devastador, por cuanto confunde a la gente y facilita el camino a usureros y a grandes inmobiliarias que especulan con el valor del suelo, actuando sobre seguro gracias al clima de caos y utilizando recursos técnicos e influencias en las instituciones públicas.
Además, la información se concentra en las grandes ciudades, pero los pueblos del interior quedan al desamparo del conocimiento público. De ellos, poco y nada se sabe.
Ante una catástrofe como la que ustedes están viviendo, el problema central es el de la acción adecuada y oportuna del Estado.
La reacción ante las cuestiones sociales más urgentes ha sido lenta, retardando la distribución de diversos suministros. Esta situación agrava las condiciones de necesidad e incertidumbre, y trae el riesgo de los saqueos que finalmente favorecen el clima de paranoia.
La escasez de agua potable representa una emergencia grave que no puede escapar a las preocupaciones del Estado. Es socialmente inexcusable que mientras pueblos enteros y amplios sectores de la población carecen del agua y sufran la precariedad, las grandes mineras sigan recibiendo suministros sin dejar de operar un solo instante.
Con el terremoto de abril se han descubierto problemas en la construcción habitacional. La forma en que se construye es uno de los aspectos más incidentes en la fabricación de desgracias. La vivienda social en Chile reproduce una y otra vez la segregación de las familias y crea nuevos riesgos debido a la mala calidad de las construcciones y el uso de suelos sin valor inmobiliario, frecuentemente de alto riesgo. Es decir, la política de vivienda crea constantemente las condiciones para que se amplifiquen los efectos de una catástrofe, siendo los más humildes los perjudicados. Esta situación se ha reproducido y agravado con la reconstrucción que hemos conocido, caracterizada por la erradicación de miles de familias a sectores de riesgo, la pérdida de patrimonio familiar y de calidad de vida a causa de las malas condiciones de construcción de barrios y viviendas.
Los recursos con que podemos contar son los más básicos y naturales de una comunidad: en primer lugar la organización. Debemos reunirnos y actuar unidos por nuestros derechos. En segundo lugar, es fundamental recurrir a recursos técnicos y a experiencia profesional. La gran mayoría de las personas no tiene los medios para contar con esos recursos, pero sí pueden hacerlo en conjunto y en contacto con la solidaridad de otras organizaciones. Por último, debe prevenirse sobre el peligro constante de ser engañados y abusados por funcionarios corruptos y por empresarios que lucran con las situaciones de desgracia. Existe un nuevo peligro en ciernes para el norte de Chile, que es el de la intervención de los especuladores, dispuestos a marginar a miles a cambio de un paño de suelo rentable.
RED CONSTRUYAMOS
Agrupación nacida para hacer frente a las calamidades posteriores al terremoto y tsunami de 2010
Concepción, 8 de abril de 2014